jueves, 15 de septiembre de 2016

ENSEÑANDO A PENSAR

¿Por qué los docentes enseñamos tantos datos y no enseñamos a pensar?


Sir Ernest Rutherford, presidente de la Sociedad Real Británica y premio Nobel de Química en 1908, contaba la siguiente anécdota:

Hace algún tiempo, recibí la llamada de un colega.
Estaba a punto de pones un cero en un estudiante
por la respuesta que había dado en un problema 
de física, pese a que este afirmaba rotundamente 
que su respuesta era absolutamente acertada.
Profesores y estudiantes acordaron pedir arbitraje 
de alguien imparcial y fui elegido yo.
Leí la pregunta del examen y decía:

Demuestre cómo es posible determinar la altura de un
edificio con la ayuda de un barómetro

El estudiante había respondido:

Llevo el barómetro a la azotea del edificio y le ato una cuerda 
muy larga. Lo descuelgo hasta la base del edificio, marco y mido. 
La longitud de la cuerda es igual a la longitud del edificio.

Realmente, el estudiante había planteado un serio
problema con la resolución del ejercicio, porque había
 respondido a la pregunta correcta y completamente.
Por otro lado, si se le concedía la máxima puntuación,
 podría alterar el promedio de su año de estudio,
 obtener una nota más alta y así certificar su alto nivel 
en física, pero la respuesta no confirmaba que el 
estudiante tuviera ese nivel. Sugerí que le diera
 al alumno otra oportunidad. Le concedí seis minutos
para que me respondiera la misma pregunta pero esta vez
con la advertencia que en la respuesta debía demostrar
sus conocimientos de física.
Habían pasado cinco minutos y el estudiante no había escrito
 nada. Le pregunte si deseaba marcharse pero me contestó 
que tenía muchas respuestas al problema. su dificultad era 
elegir la mejor de todas . Me excusé por interrumpirle y le 
rogué que continuara. En el minuto que quedaba escribió
la siguiente respuesta:

Tomo el barómetro y lo lanzo al suelo desde la azotea
 del edificio, calculo el tiempo de la caída con un cronómetro. 
Después se aplica la formula de altura:

altura = 0,5 x A x r2

Y así obtendremos la altura del edificio.

Tras abandonar el despacho, me reencontré con el 
estudiante y le pedí que me contara sus otra respuestas.

Bueno -respondió- hay muchas maneras, por ejemplo
tomas un barómetro en un día soleado y mides la altura
del barómetro y la longitud de su sombra. 
Si medimos a continuación la longitud de la sombra
del edificio y aplicamos una simple proporción, 
obtendremos también la altura del edificio.
Perfecto, le dije, ¿ y de otra manera?
Si -contestó-, este es un procedimiento muy básico
 para medir un edificio, pero también sirve. 
En este método, tomas el barómetro y te sitúas
en las escaleras del edificio en la planta baja .
Según subes las escaleras, vas marcando la altura
del barómetro y cuentas el número marcas hasta
 la azotea. Multiplicas al minal la altura del barómetro
por el número de marcas que has hecho y ya tienes la altura.
Este es un método muy directo. por supuesto
 si lo que quiere es procedimientos más sofisticados.
 puede atar el barómetro a una cuerda y moverlo
como si fuera un péndulo. Si calculamos que cuando 
el barómetro está a la altura de la azotea la gravedad
es cero y si tenemos en cuenta la medida de la aceleración
de la gravedad al descender el barómetro en trayectoria
circular al pasar por la perpendicular del edificio,
 la diferencia de estos valores y aplicando una 
sencilla fórmula trigonométrica, podríamos calcular ,
 sin duda la altura del edificio.
En fin  - concluyó- existen otras muchas maneras.
 probablemente, la mejor sea tomar el barómetro y golpear
con él la puerta de la casa del portero.
Cuando abra, decirle: "Señor portero, aquí tengo un bonito barómetro.
Si usted me dice la altura de este edificio, se lo regalo"

En este momento de la conversación ,
 le pregunté si no conocía la respuesta convencional al problema
 ( la diferencia de presión marcada por un bar´metro en dos lugares 
diferentes  nos proporciona la diferencia de altura entre ambos lugares).
Evidentemente dijo que la conocía, pero que durante sus estudios,
 sus profesores habían intentado enseñarle a pensar.
El estudiante se llamaba Niels Bohr, Físico danés, premio Nobel de
física en 1922, más conocido por ser el primero en proponer el modelo
de átomo con protones, neutrones y electrones que lo rodeaban. Fué,
 fundamentalmente, un innovador de la teoría cuántica.

Al margen del personaje, lo divertido y curioso
 de la anécdota, lo esencial de esta historia es que
 LE HABÍAN ENSEÑADO A PENSAR.

Por cierto, para los escépticos, esta historia es absolutamente verídica.
Aprendamos a pensar, hay mil soluciones para un mismo problema,
pero lo realmente interesante, lo auténticamente genial es elegir
la solución más practica y rápida, de forma que podamos
acabar con el problema de raíz........ y dedicarnos a OTROS problemas.

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